29 de marzo de 2008

El otro árbol de Guernica

Hoy he visto por primera vez El otro árbol de Guernica (1969), la tercera película en la filmografía de Inma de Santis y una de las mejor valoradas en las votaciones de IMDb. La copia con la que me he hecho proviene de una grabación (VHS) de 1983, en TVE, aunque dentro de las rudimentarias condiciones se ve razonablemente bien.

Dirigida por Pedro Lazaga, El otro árbol de Guernica es la historia de dos niños de Bilbao, los hermanos Santiago y Begoña Celaya (Inma), que junto a otros vascos y españoles se exilian en Bélgica, partiendo en el buque británico HMS Franch, durante la Guerra Civil Española. En Bruselas son acogidos por unas familias que les tratan bien, lo que no evitará que Santiago, que es quien más protagonismo tiene de los dos, sea enviado a un internado, institución que contra lo que suele ser habitual en el cine y la literatura no es dirigida por un tirano sino por un señor cariñoso.

Con la permanente añoranza de su familia y de su tierra, Santiago hace muchos amigos belgas, se convierte en un líder entre los internos españoles y se enamora de Montse, una barcelonesa interpretada por Sandra Mozarowsky, guapa actriz que lamentablemente se suicidaría en 1977 tirándose del balcón de su casa de Madrid. Lo que no he logrado averiguar por más que lo he intentado es cómo se llama el actor que interpreta a Santi. ¿Quién es? Es muy bueno.

Película sencilla, agradable de ver y con un final feliz. Hoy probablemente resulte políticamente incorrecta y por eso no se pone nunca en televisión. La razón es que en vez de acentuar los hechos diferenciales entre los españoles, lo que hace es resaltar sus nexos de unión. Y así, ante los insultos, calumnias y menosprecios de una parte de la sociedad belga, los niños llegados de todas partes de España forman una piña que defiende su patria con orgullo.




Inma de Santis, Sandra Mozarowsky y el niño que no sé quién es

27 de marzo de 2008

El día que Inma se metió en un río...

Al poco de morir Franco, una rubia con buen cuerpo pero fea como ella sola ocupaba la portada de la revista Personas, el 21 de diciembre de 1975. Lo sustancial se encontraba en las páginas interiores, en la pequeña entrevista y las fotos en bikini de Inma de Santis, entonces con 16 años y posando en lo que parece un río. Aunque a nadie le desagrada que le llamen guapo lo cierto es que a Inma no le gustaba que la elogiasen solamente por su físico, por esa belleza que dejaría en evidencia a la mayoría de las mujeres que se pusieran a su lado. Es comprensible que le incomodase en cierto modo porque eso eclipsaba su talento como actriz, aunque yo le habría contestado que debería aguantarse cuando la piropeasen: ¡no haber nacido tan perfecta!

— ¿Crees que puedes aportar algo al cine, a nuestro paupérrimo cine?

— No creo mucho en traer cosas nuevas o viejas. Intento traer mi persona. De todas formas, el cine está viejo desde hace muchos años aquí.

Inma, con haber traído tu persona nos has hecho un favor suficiente...

Revista Personas. 1975

17 de marzo de 2008

Los novillos de Inma

Cuando iba al colegio tuve un compañero que jugaba en un equipo de ping-pong. Una vez faltó a clase una mañana debido a que tuvo que participar en una competición... ¡Ay! Cuando uno de los profesores se enteró montó en cólera y soltó una diatriba contra los progenitores del deportista, a los que acusaba de un acto de dejación en su responsabilidad como tutores: "Deberían pensar ante todo en el futuro de su hijo...", proclamaba melodramáticamente el indignado profesor. Pues bien, no sé cómo se habría sentido entonces de haber leído lo que le contaba la joven actriz Inma de Santis a la revista Primavera en 1974: "Este curso he faltado un mes seguido a clase, pero parece que lo voy recuperando".

En el film Ben-Hur (1959), en una de las escenas del comienzo, un vecino de Belén le pregunta al carpintero José que por qué no está terminada su mesa, que dónde está su hijo que no está trabajando en ella. José le explica que una vez también él creyó que su hijo descuidaba su trabajo, pero que éste le explicó que debía atender los asuntos de su padre. "¡Entonces por qué no está aquí, trabajando en mi mesa!", exclamó el irritado cliente. "Trabajando está", contestó José ante la mirada sorprendida de su interlocutor. Un plano de Jesús meditabundo en las laderas de Belén cerraba la escena.

"¡Dónde está Inma que no ha venido a clase a labrarse su futuro!" Labrándolo está...

Revista Primavera. 1974

11 de marzo de 2008

Inma con las Fuerzas Armadas

Catorce años separan ambas apariciones. En diciembre de 1973 y diciembre de 1987, la inigualable e inigualada Inma de Santis fue la chica del mes en la revista militar Boina Negra, de la Brigada de Infantería Ligera Paracaidista. En las dos ocasiones y como no podía ser de otra manera, la dulce Inma traslada su cariño hacia los bravos paracaidistas. En la entrevista de 1973, Fernando Latorre lo clava haciendo la que posiblemente sea la mejor descripción de Inma que haya leído: «Inmaculada tiene el cabello rubio, muy abundante, que junto con sus verdes ojos, hace que su belleza resalte aún más. Pesa 42 kilogramos y mide 1,53 metros de estatura. En verdad, un escultórico monumento de belleza, que a medida que pasan los días, se va convirtiendo en "eso" irresistible que todos, algún día, hemos deseado o deseamos para acompañar nuestra existencia».

Revista Boina Negra. 1973



Revista Boina Negra. 1987

10 de marzo de 2008

Conociendo a Inma III

Apostaría una buena suma a que fue una mujer quien en 1977, durante la transición, entrevistó a Inma de Santis para la revista Psicología Dosmil. Y digo que debió ser una mujer porque la insolencia que demuestra a lo largo de la extensa entrevista encaja con el perfil de una mujer rechazada por los hombres y que intenta obsesivamente estereotipar a Inma como un objeto menospreciable. Y claro, cuando se encuentra con las respuestas inteligentes de Inma, su frustración no hace sino crecer y crecer acompañada del descaro. Confieso que yo no habría tenido el temple de Inma; la habría echado de mi casa al poco de comprobar por dónde iban los tiros. Pese a todo o gracias a todo, no lo sé, nos queda un entrevista impagable en la que Inma prácticamente no deja tema sin tocar. Ella es magnífica y la otra una imbécil.

Revista Psicología Dosmil. 1977





Inma de Santi: entre muro y muro

Esta Inma de Santi, pequeñaja, casi guapa y con carita de ángel, a lo mejor es una diablesa. Después de haber hecho en el cine…

— ¿Qué has hecho en el cine, hijita?

— He hecho de niña y de adolescente perversa o pervertida, de sádica, de morbosa. De lesbiana, no.

Vaya, enhorabuena. Bueno, pues, después de haber hecho toda esta retahíla de papeles, va y dice que está en contra de todo eso, tal y como se lo presentan ahora. Llega 1976 y no hace ni un solo papel en el cine. Rechaza siete u ocho guiones; es decir, todos lo que le proponen.

— No digas el número, que parece un poco pedante por mi parte decir que rechazo tantos guiones. Sería darme importancia.

Lo pondremos con este adecuado comentario y ya no pareces pedante.

— Y todos esos papeles de niña perversa o pervertida, según te encargas tú muy bien de matizar, ¿los aceptaste porque te parecían buenos?

— Sí, me parecían buenos. Aunque se puede decir que he empezado a elegir papeles a partir de los dieciséis años.

Y, desde que empezó a elegir, en paro. Y la niña tiene diecisiete años, para cumplir dieciocho el 24 de febrero próximo. Nació aquí mismo, en la casa donde nos recibe. Parte vieja de Madrid, en las trasteras del edificio de España. Pero fue otro edificio, más alto todavía y un poco más allá, el que decidió la vocación de Inma.

— La productora de «El niño y el muro» puso un anuncio pidiendo niños. La niña que querían debía de tener seis o siete años y una estatura de 1,12 a 1,15. Yo sólo tenía cinco años y no daba la estatura, pero mi madre me llevó por probar. La productora estaba instalada ahí, en la torre. Entonces, ir a la torre, de reciente construcción, era casi un acontecimiento. Y fuimos a la torre, o sea; a la productora.

— ¿Fuiste un poco a la fuerza?

— No; todo lo que fuera salir de casa me gustaba.

Ya tenemos en la famosa torre a Inmaculada Santiago del Pino.

— Yo me mostré muy tímida. No decía nada. Me cogieron por casualidad. No sé por qué, me hicieron estudiar una parte del guión, en la que también formaba parte un niño.

Se sabe de memoria aquella escena. Ella jugaba con una pelota; el niño le decía una serie de inconveniencias, llamándola al final algo así como «patas torcidas». Ella le contestaba: «Patas torcidas serás tú» y le arrojaba con fuerza (es un decir) la pelota. O quizás fuera al revés. Total: la eligieron. Se estrenaba con un papel de coprotagonista.

— ¿Qué te pareció el cine? ¿Te dejó alguna huella, algún trauma? ¿Te riñeron alguna vez? Y de cobrar, ¿qué tal?

— Aquello me pareció un mundo apasionante. Todos se mostraron muy amables conmigo. No me riñeron nunca. Nada de traumas. Y gané diez mil pesetas. Luego, a los seis años, hice otros papeles de niña, pero siempre diferentes. A los siete, llegué al teatro y a la televisión. En teatro, hice un papel en «Sola en la oscuridad», con María Asquerino. Fue un papel precioso; y las críticas, fenomenales. Todos los críticos me sobresalieron. En televisión, interpreté una novela, de cuyo nombre no me acuerdo, y una serie: «Antoñita la fantástica». Resumiendo, he hecho dos obras de teatro, veintiuna películas y, en televisión, tantas cosas que ni me acuerdo.

— Hasta que vino el parón. ¿Por qué rechazas tantos papeles?

— No porque sean de sádica o morbosa. Me fijo en cómo sea el guión y cómo se plasme ese guión. Que sea una cuestión interpretativa la que se me plantea, no un recurso. Sale una señora, se desnuda, se mete en la cama y eso y algo más es todo lo que tiene que hacer. Eso no es interpretar. La historia, desde luego, lo puede requerir; pero incluso dentro de una historia válida, a veces el desnudo y demás van como un pegote. Estoy contra el destape. Yo quiero ser actriz en cualquier situación. Lo que ocurre es que las situaciones de destape son gratuitas.

— ¿Qué te guía para rechazar eso: un principio ético o profesional?

— Profesional. Quiero estar en los escenarios hasta los sesenta y no hasta los cuarenta y, luego, retirarme. Y eso es lo que pasaría si trabajara con mi cuerpo y no con mis condiciones interpretativas.

— ¿Estás satisfecha de esas condiciones?

— El actor nunca está contento con su actuación. He hecho cosas que ha valido… Me gustaría también hacer dirección (meritoriaje, no en la escuela).

— ¿Para resarcirte de la falta de dirección?

— Bueno, eso se supone; siempre te diriges a ti misma. Pero la dirección, en todo caso, sería una buena experiencia.

Inma estudió en el colegio de Santa Isabel, de las hijas de la Caridad.

— ¿Te han marcado su educación?

— No. Me enseñaron asignaturas, pero no me educaron. Al menos, yo distingo entre enseñanza y educación. Me alegro de que no me educaran; quizás hubiera sido una coacción. Incluso la clase de religión la daban desmitificándola.

— En consecuencia, ¿cuál es tu religión?

— Me abstengo. Tengo varios sacramentos: bautismo, confirmación, confesión y comunión, pero no soy de ninguna religión conocida. Estoy de acuerdo con mi religión.

— ¿Cuál es?

— Eso es cosa mía. Ahora, no se puede decir que sea atea o agnóstica. Al primer motor y ordenador de la armonía del universo, según esas cinco vías tomistas tan divertidas, se le puede llamar Dios. ¿Por qué no?

Le hemos llevado un ejemplar de nuestra revista para que se haga una idea de dónde la vamos a ubicar. A las chicas como Inma las metemos en nuestra revista un poco con calzador, para dulcificar los informes sobre las problemáticas temáticas y demás áticas cuestiones de la tragicómica existencia.

— No sabía que había una revista sobre psicología. Pues yo voy a estudiar psicología. Iba a empezar en octubre pasado, pero me tocó la Autónoma y no me convenía. Si consigo que me cambien a la Complutense, empezaré el curso próximo.

Pasa las hojas de la revista muy deprisa y dice divertida:

— Las cosas que se leen cuando se coge una revista: alcoholismo, euforia, depresión, masturbación, diferenciación sexual, modos de amar…

— ¿Vas a ejercer la psicología?

No; la voy a estudiar para mí.

— ¿Vas a ir a clase o al trabajo?

— Voy a hacer las dos cosas.

Al paso que vas, más clases que trabajo.

— ¿Te ayudará la psicología en tu trabajo, caso que lo encuentres, de actriz?

— Creo que sí; me ayudará a profundizar en los personajes que interprete. Creo en el trabajo intuitivo más que en el reflexivo.

— Eso es contradictorio.

— No. Mi trabajo seguirá siendo intuitivo; pero no puedes ser intuitivo sin más, sino basándote en que el personaje de esta o de la otra manera, penetrándolo.

— Y a los actores, ¿también los penetras? ¿Tienes relaciones con algunos de ellos?

Inma, doce añazos de actriz sobre sus espaldas, responde muy seria y tajante:

— No he llegado a conocer a ningún actor. No es fácil llegar a la amistad con actores. Mi relación social es nula. El ambiente del mundo del espectáculo no me es propicio.

— ¿Por qué te han marginado o por qué no te gusta?

— Porque no me gusta. Es superficial.

— ¿Qué es la existencia?

— Es difícil. Para mí, es tratar de vivir plenamente cada milímetro de aire que respiras. La gran ciudad y todas esas cosas te lo impiden. En esto, soy pesimista. Creo que mi pesimismo se basa en mi realismo.

— Quizás seas realista y los tortazos que te han venido por ello te han hecho pesimista.

— Los tortazos son buenos –dice resueltamente–, pero añade medio compungida: sí, quizás ellos me han hecho pesimista.

— A ver, ¿te gusta lo natural o lo sobrenatural?

— Me gusta lo más elevado, pero no lo oculto. No me voy por los cielos y las estrellas. Me quedo en tierra. Practico el yoga, pero como gimnasia, no como algo trascendental. Mis aficiones son la lectura (leo de todo; ahora, pedagogía) y música. No bebo ni fumo.

Vamos allá con los temas de todas las horas: píldora, aborto, adulterio, matrimonio.

— La píldora me parece bien, es una opción a una relación más libre, sin miedos. Si se toma la píldora, es ridículo llegar al aborto. Tampoco hay que llegar al adulterio. Antes de eso, me separo. Rechazo los conformismos. Tampoco entiendo lo que se busca con las manifestaciones en pro del adulterio. Es absurdo. En cuanto al matrimonio, no soy partidaria. No creo casarme nunca. La convivencia fastidia el amor. Lo sé porque lo veo en muchos matrimonios. Se lleva a convivir en vez de vivir con… La convivencia se deteriora. Se llega a la indiferencia. Eso es lo peor: que te dé igual lo que sea y haga tu pareja. Y, en fin, el divorcio facilita que caigas en la tentación de casarte.

Bueno nos ha puesto el panorama la perversa o pervertida, según los casos. Y, ahora, la bomba:

— Soy anarquista. No de poner bombas, ¿eh?

Una vez despejada la situación explosiva, bajamos todos la guardia y continúa nuestra niña terrible:

— Desde luego, el poder tiene que existir, pero creo que es nefasto porque no lo es a gusto de todos. Ni la dictadura ni la democracia (en la democracia, están disconformes todos los que quieren la dictadura). En fin, no soy partidaria de ninguna ideología de las que circulan; ahora bien, en lo social, soy demócrata. No soy ni monárquica ni contramonárquica.

— ¿Y la prensa?

— Ahora, se leen cosas interesantes. Veo los periódicos más independientes. Se puede empezar a pensar en fiarse de los diarios. Una revista muy compensada entre informes serios y parte frívola es «Interviú». Los semanarios frívolos no me gustan en absoluto: las señoras no me interesan por el momento.

Y ésta es la historia –contada lo más deslavazadamente posible– de una chica que no tenía historias que protagonizar. Y todo porque no le gustan las guarradas sin ton ni son. La historia de aquella niña que un día peregrinó a la torre encantada, donde le dieron una pelota y le hicieron protagonista de una película sobre el Muro de Berlín. Ahora, en la frontera de los dieciocho años, se estrella contra otro muro, el del videodestape. A menudo, la llaman del otro lado del muro. Ella dice que no lo salta y se pone a estudiar psicología.

— A propósito, ¿tienes vocación de actriz?

— ¿Tú qué crees? ¿Por qué, si no, iba a seguir en ésto?

— Porque un día llevaron a la niña-objeto a la torre maldita, y al cabo de doce años, no ha encontrado la salida.

— ¡Qué va, si es muy fácil encontrarla y dejarlo todo…!

9 de marzo de 2008

Conociendo a Inma II

La primera es una entrevista a Inma en el suplemento semanal de ABC, en septiembre de 1983. No la transcribo porque algunas partes del texto no salen en las fotografías, pero en ellas puede leerse casi todo. Y la segunda es una entrevista de la revista Tráfico, de diciembre de 1987, dos años antes del fatal accidente de tráfico que ella sufriría.

"Yo soy una persona bastante prudente conduciendo y pienso que por cumplir con mi deber al volante no me va a pasar nada… Aunque sé que eso no es ninguna garantía".

Revista Los domingos de ABC. 1983


Revista Tráfico. 1987

Desde el 12 de junio pasado, Inma de Santi presenta en televisión «Fin de Semana». Una nueva etapa de esta actriz-guionista-realizadora que ya ha dado muestras de su validez profesional en sus más de veinte películas interpretadas, en sus innumerables telenovelas y a través de su experiencia teatral con obras como «Castigo sin venganza», de Lope de Vega; «La herida del tiempo», de J.B. Priestley, o «Del rey Ordás y su infamia», de Fernán Gómez. Inma de Santi no deja de superarse día a día y encuentra en el manejo del automóvil por carretera una ocasión para el relajamiento.

— ¿Cómo te has tomado este nuevo trabajo en televisión, este «bautizo de fuego» como presentadora?

— Con el mismo entusiasmo con que me tomo casi todas las cosas. Soy una mujer bastante apasionada y cuando me llamaron a casa, me pareció un desafío. Ser la responsable de los textos y la imagen del programa y poder seguir su gestión es algo que me atrajo mucho. Me ha ayudado mucho el equipo con que cuento, porque no me había planteado nunca la posibilidad de promocionar los espacios de fin de semana en televisión de la manera que más pueda entrar al espectador.

— Como actriz y realizadora, como parte del mundo del cine y el teatro, ¿no es un poco como tirar piedras a tu propio tejado esta promoción de los programas de fin de semana? Porque lo cierto es que quien se queda en casa viendo la televisión, no sale ni al cine ni al teatro.

— La televisión está ahí y todo el que quiera puede enchufar la tele. Sería pedantería y prepotencia por mi parte el pensar que por salir yo informando de lo que dan por televisión, la gente se vaya a quedar en casa sin salir. Ese debe ser el objetivo del programa, pero yo todavía no me lo creo mucho. Pienso que si alguien tiene interés en ir al teatro o ver una película, lo hará. Pero el problema es que estos medios están muy poco promocionados. Quizá la solución sería contrarrestar estas promociones de televisión con otras de los demás medios.

— ¿De qué manera crees que podría promoverse el que la gente se habituara a ir al teatro y al cine?

— Primero, haciendo cosas que verdaderamente interesen al público, porque llegó un punto en que tanto el cine como el teatro perdieron un poco el pulso de lo que el público quería ver. Pero ya se está demostrando el interés de la gente por el cine español. Cuando se haya conseguido atraer a todo el mundo a las salas comerciales, habrá que colaborar desde todos los sectores para que llegue.

— En el campo del cortometraje has dirigido «Seis mujeres, seis», un documental para el Instituto de la Mujer, y «Eulalia», de ficción dramática, que ha sido aclamado en varios certámenes. ¿Cómo te desenvuelves en este terreno?

— «Eulalia» fue un éxito y me probé algo a mí misma. Pero no está nada demostrado. Y el resto de las historias que tengo pensadas es para probar de nuevo cosas diferentes. Aprendes cosas sobre los lenguajes que hasta en «Fin de Semana» me sirven, porque hay un cierto tratamiento de las imágenes que te da una vivacidad increíble.

— ¿Resulta difícil salir adelante en el mundo de la realización?

— Lo más difícil es conseguir la financiación, para lo que se necesita una historia que avale esa inversión. En este momento, la política del Ministerio de Cultura es bastante abierta en este sentido.

— Inma, llevas muchos años en el mundo del espectáculo. Pero, ¿te ha afectado alguna vez lo que llaman el «síndrome de la niña prodigio»?

— Eso ha afectado a los demás, no a mí. Yo era una niña que trabajaba y me lo pasaba «pipa». Decidí que aquello iba a ser, primero, mi diversión y, después, mi profesión. Jamás hice productos absolutamente comerciales donde la niña fuera un ser particular que supiera hacer todo tipo de cosas y monadas; yo sólo interpretaba una serie de personajes acordes a la edad que yo tenía. Lo que pasa en este país es que trabajar desde muy pequeña entraña cierto prodigio y sí que hay gente que sigue remitiéndose a mi etapa como actriz niña. Y eso que yo he trabajado mucho desde entonces y hecho cosas que nada tiene que ver con mi experiencia anterior. Pero ya digo que aún hay gente que me califica como la niña prodigio que nunca fui.

— ¿Has pensado abandonar un poco el campo de la interpretación para volcarte más en la realización?

— Yo nunca abandono nada. Son cosas que intento hacer caminar paralelas. La interpretación me apasiona, pero sí quiero dividir las expectativas y los horizontes. Y como siempre tengo cantidad de historias que contar, en el momento en que no hay un proyecto de teatro interesante que me apetezca hacer, paso a dedicarme a estas otras cosas.

— ¿Qué proyectos tienes en manos actualmente, Inma?

— Estoy escribiendo guiones para un corto y un mediometraje y tengo el proyecto de unas historias cortas en episodios. Y como actriz, las cosas que me han llegado últimamente no las he podido compaginar con mi trabajo en televisión. Sigo con el programa mientras funcione y, la verdad, no me queda mucho más tiempo.

— ¿Y una chica tan ocupada como tú, saca tiempo para conducir?

— Sí, conduzco siempre. Trabajando en Torrespaña y en Prado del Rey, no te queda más remedio que conducir en esta ciudad. Aunque te diré que lo que de verdad me gusta es conducir en carretera, no en ciudad.

— ¿Eres buena conductora?

— Soy bastante intrépida y agresiva en el medio urbano. Como siempre voy con prisas, no me queda más remedio. Pero por supuesto, siempre respeto las normas. Pero dentro de ellas, a una le está permitido colarse de repente y eso intento hacer. Pero cuando voy en carretera, me relajo mucho. He conducido mucho, porque cuando hacía las giras del teatro casi siempre llevaba yo el coche. Incluso con palizas de viajes muy largos, de seiscientos kilómetros y así, pero no me molesta nada.

— ¿Tuviste desde el principio una cierta predisposición y aptitudes para el volante?

— Sí, claro. Saqué el carné a los dieciocho años y sin dificultad y nunca he tenido, hasta la fecha, ni el más leve choque. Multas, por aparcamiento, sí que he tenido.

— ¿Cómo ves el problema de la seguridad vial y el gran número de vidas que se cobra la carretera?

— Me preocupa leer que el mayor porcentaje de accidentes se producen por imprudencia del conductor. Yo soy una persona bastante prudente conduciendo y pienso que por cumplir con mi deber al volante no me va a pasar nada… aunque sé que eso no es ninguna garantía. No puedes prever ni la imprudencia del contrario ni el fallo mecánico del coche. No sé las medidas que se podrán tomar a nivel ministerial, pero supongo que los políticos tendrán que encargarse de reducir la peligrosidad que hay, como es el caso de los conductores suicidas y todas esas cosas que leemos por ahí. Yo, por mi parte, hago lo que puedo y procuro no entorpecer mucho al contrario.

Juan GIRON ROGER

Fotos: Miguel GARROTE

8 de marzo de 2008

Conociendo a Inma

La mejor forma de ir conociendo a Inma es por sus propias palabras. Comienzo por la transcripción de una de sus últimas entrevistas, en 1988, en la que destacaría la ilusión de Inma por hacer poco a poco realidad su sueño de convertirse en directora de cine. En los próximos días añadiré otras entrevistas más antiguas a las que, anticipo ya, espero sumar mi propia entrevista a la madre de Inma.

Revista indeterminada. 1988



Tenía cinco años cuando su madre la llevó a una productora que buscaba niños para la película «El niño y el muro», pero en la prueba le comió la lengua un gato y no articuló palabra hasta que otro niño la llamó imbécil. «Eso lo serás tú», respondió pizpireta y desenvuelta mientras le lanzaba una infantil mirada de odio, que cautivó a Ismael Rodríguez, el director de la película. Esa niña tiene ahora veintinueve años y hace diez que no interpreta cine porque después de licenciarse en la rama de Imagen, de Ciencias de la Información, prefiere dirigirlo y estar detrás de la cámara. No le ha ido mal, porque su primer cortometraje, «Eulalia», ya ha recibido un montón de premios, y detrás de esa carita tierna, frágil y angelical que nos anuncia desde la pequeña pantalla toda la programación del fin de semana, en cuanto a películas se refiere, se esconde una mujer perseverante, un poco cabezona, metódica, trabajadora y minuciosa. Una mujer con carita de niña que dejó el cine porque lo que le ofrecían era malo, chabacano y casi siempre de injustificado desnudo. Se entusiasma con todo lo que hace: cine, teatro, televisión, cortos, guiones…, pero lo que verdaderamente le divierte es dirigir cine y poco a poco, se prepara para su gran película.

Estamos desayunando, aunque un poco tarde, en un lugar rodeado de japoneses que extienden los planos de Madrid sobre una copa de jerez, mientras ríen, cotorrean y comentan algo bastante divertido, en ese café que les hace sentirse como en casa, quizá por su nombre, Café de Oriente, o tal vez por ver a su alrededor tantos nipones que a nosotras nos parecen iguales. Nos reímos un poco y enseguida Inma me cuenta su vida. «La verdad es que tengo una memoria un tanto extraña y de aquellos años de mis comienzos apenas recuerdo nada. Tengo una ligera idea de algunas gentes, de ciertas sensaciones, de más de una situación, incluso de broncas, pero de escenas de rodaje, de papeles que interpretaba, casi nada. Tenía cinco años cuando empecé y a esa edad no se asimilan las cosas; después cuando hice películas como "El otro árbol de Guernica", sí me acuerdo de algo más, parece que estoy viendo cómo vomitábamos todos en aquel barco, el frío que pasamos y las friegas de alcohol que me tenían que dar en las piernas para que no se me pusiesen moradas. Rodábamos en invierno y de noche, disimulando un verano maravilloso y aquello me divertía horrores. Hasta los dieciocho años hice veintidós películas, pero desde entonces no me han vuelto a llamar. Me han llegado ofertas, sí, pero nada interesante, porque en los años mil novecientos setenta y seis y mil novecientos setenta y siete el cine estaba atravesando una etapa de transición, y se hacían cosas frívolas y comerciales, para las que no se necesitaban cualidades profesionales, bastaba con el físico. A raíz de ahí dejé de hacer cine y los proyectos más ambiciosos aún no me ha llegado.»

«Pero todos estos años no he estado parada. He hecho teatro y mucho, y al terminar el COU me matriculé en la Facultad de Ciencias de la Información y me licencié en la rama de Imagen. Esto de la imagen es algo que me apasiona, porque hay cien maneras de contar las cosas, las historias, las verdades y las mentiras, porque tienes mil facilidades y dificultades para expresar su lenguaje; porque no quiero prescindir de nada de lo que me gusta y, por ahora, hacer cine, hacer cortos, me vuelve loca. ¿Retirarme de actriz? No. Un actor no puede retirarse nunca, es algo que se lleva dentro, sobre todo yo, que prácticamente aprendí a andar en el cine. Si hasta ahora he hecho más teatro y televisión ha sido porque me han venido así las cosas, pero eso no quiere decir que yo haya abandonado mi carrera. He estado como escondida, pero me ha venido muy bien, porque he hecho otras cosas y actúo coherentemente con lo que me he planteado. ¿El desnudo? Nunca lo hice y fue precisamente por mantener esa coherencia. En los años setenta el cine que se hacía era ése, el del desnudo, daba igual que fueses una actriz con experiencia, con preparación… al final, todo se reducía al destape. Ahora, tal vez lo haría, me desnudaría si viera que el guión era bueno, la película estupenda y el director aún mejor. Pero precisamente dejé de hacer cine por no desnudarme.»

Pero mientras tanto no desaprovechó el tiempo, fue anotadora en dos películas y realizó su primer corto, «Eulalia», un filme de quince minutos que obtuvo el premio extraordinario del IX Festival de Cine Independiente de Elche, el primer premio del Festival de Alcalá de Henares, galardones de los que se siente casi más orgullosa que de sus veintidós películas. Luego hizo un vídeo para el Instituto de la Mujer titulado «Seis mujeres, seis» y en estos momentos, compaginando su trabajo en televisión, está preparando una serie de guiones para hacer más cortos. «Si la historia es interesante, el género es lo de menos. Hoy puedes hacer un melodrama y mañana una comedia. Cuando acabe con mi contrato en televisión, comenzaré a rodar un corto de media hora, en el que ahora trabajamos el guión. Sí, sí, hago el guión, como casi todo el mundo, por problemas económicos que obligan al propio director a trabajar en él, lo cual encasilla a hacer un cine de autor o una adaptación literaria. Salvo Rafael Azcona, no hay guionistas de oficio y eso es malo para el cine. A mí me encantaría que llegase alguien y me dijese, mira he escrito este guión, ¿te gustaría dirigirlo? El verme obligada a buscar relatos o novelas que quiero adaptar, es un follón. ¿Largometrajes? No, todavía es muy pronto. Tengo que esperar a estar lista y esto no sé cuándo será, porque soy muy lenta. En este momento tengo dos o tres historias guardadas para llevarlas a la pantalla grande, pero por ahora no quiero tener ese riesgo de dinero, porque los riesgos hay que correrlos con cierta seguridad y eso hay que ir afianzándolo poco a poco. Yo necesito seguir el pulso de las cosas o al menos sentir la sensación de que lo tengo, aunque luego me estrelle. No, no soy cabezota, sino perseverante e insegura, quizá por eso necesito tener todo muy controlado y verlo muy claro. Creo que hasta que ruede mi primera película de largometraje necesito hacer cuatro o cinco historias de cortos para ver cinco maneras distintas de enfocar un hecho o una fantasía. Además, yo no tengo dinero como para decir que, como me sobran veinte millones voy a hacer esta película o la otra. Tengo que hacer una cosa corta y que no sea demasiado costosa ni para mí, ni para nadie. En el vídeo que hice me pagaron por mi trabajo y eso ya fue un éxito, porque cobrar en tu primera experiencia es todo un triunfo. Después se amortizó plenamente.»

Me confiesa Inma de Santis que el matrimonio no entra en sus planes, pero sí la vida en pareja; que los fines de semana se dedica a ver cine, a pasear por el campo y a salir con sus amigos; que en cierto modo es un actriz autodidacta, pese a que estudió solfeo, ballet, danza española, dicción, voz, canto, interpretación…; que ha aprendido mucho de la gente con la que ha trabajado: José María Rodero, Irene Gutiérrez Caba, Miguel Narros, Mario Camus, Gutiérrez Aragón, Ana Marzoa; que va al cine con un criterio de espectadora; que llora mucho y que a veces se ríe un montón, pero que si la película no la engancha empieza a verla problemas de rodaje, de técnica, de imagen. Todos los defectos que muy bien conoce esta actriz que ahora está detrás de la cámara.

Texto de Carmen Fuentes y fotografías de Gonzalo Cruz

Presentación

En septiembre de 2007, en otro blog que tengo, escribí un artículo en el que explicaba cómo conocí a Inma de Santis y lo que ella significó y significa para mí. Ahora debo editar y actualizar ese artículo, y así explicar los acontecimientos que me han empujado a abrir este blog dedicado a la memoria de Inmaculada Santiago del Pino, la actriz, guionista y directora.

Nací en Asturias en 1971. Mi niñez y adolescencia las pasé felizmente en mi querido club de tenis, y a esas edades lo más natural del mundo es que se hagan travesuras. Muertos de la risa, mis amigos y yo rompíamos las tuberías de drenaje de las pistas lanzándoles maceteros de piedra (por esto me echaron 15 días); presa de la excitación prendíamos fuego a una parte del bosque junto al club, con la gasolina de nuestras motocicletas; entre carcajadas precipitábamos desde lo alto del muro del frontón una expendedora de refrescos; y aburridos tratábamos de averiar las depuradoras de agua de las piscinas.

El caso es que un día, el 3 de diciembre de 1989, nos encontrábamos perpetrando uno de estos actos de terrorismo de baja intensidad cuando un amigo apareció y nos anunció que habían dicho en la tele que Fernando Martín, el jugador de baloncesto del Real Madrid, se había matado en un accidente, en la capital de nuestro reino, mientras conducía su Lancia Thema, el mismo coche que tenía mi padre en aquel momento. Lógicamente fue un shock y nos entristeció mucho. Martín era uno de los deportistas más famosos de España, en una época en la que el baloncesto era más popular de lo que lo es ahora tanto en España como en los EEUU. Si de la muerte de Martín aquel 3 de diciembre de 1989 me enteré por un amigo, de la que acaecería días después lo haría por la revista Hola.

Meses antes del accidente de Fernando Martín se había casado la hermana mayor de uno de mis mejores amigos y yo fui invitado a la boda. Era una cena a la que fui directamente porque en las iglesias no me gusta entrar. Si no me equivoco era un viernes y lo que es seguro es que esa noche emitían Blade Runner en TVE, a las 21:45 más o menos, de modo que dejé el vídeo debidamente programado para empezar a grabar una media hora antes, por precaución. La boda estuvo muy bien y nos llegamos a bañar desnudos en la piscina del club. Pero cuando al día siguiente comprobé lo que se había grabado me encontré con algo antes de Blade Runner, con una cosa que exagerando un poco –o tal vez no– me marcaría para el resto de mi vida. Se trataba de un programa, Fin de Semana, en el que se avanzaban las películas que se pondrían el sábado y el domingo. ¡Ay! Lo presentaba una chica angelical que me cautivó a la décima de segundo con su belleza y sobre todo su voz… ¡Su voz! 

Yo la escuchaba mientras la contemplaba paseando coquetamente por un decorado que simulaba un templo del antiguo Egipto. Ella hablaba de películas y series intrascendentes, hasta que de pronto espetó lo siguiente: "Y el domingo por la tarde Conan el bárbaro con Arnold Schwarzenegger…". En ese momento pusieron la escena de Jorge Sanz empujando la rueda y convirtiéndose en Arnold… ¡Mi película favorita! ¿Pero quién era la pequeña y dulce mujercita? Claro, entonces no había Internet y las cosas no eran tan fáciles como ahora, pero pronto averigüé que se trataba de Inma de Santis, una actriz española de Madrid, nacida en 1959 y muy conocida en el mundillo. Entonces caí en la cuenta de que aproximadamente uno o dos años antes la había visto una madrugada, en una película extraña que precisamente me tragué entera porque salía una adolescente preciosa, que evidentemente sólo podía ser ella. Juego de Amor Prohibido (1975) se llamaba la película. ¡Cómo sería la chica para hacerme ver una película española, algo que yo no hacía nunca!

Bien, pues ya consciente de mi fortuna por ser coetáneo de semejante divinidad, a finales de diciembre de aquel año que se revelaría espantoso yo comía tranquilamente en casa cuando eché mano al Hola, que es una costumbre que tengo. ¡Maldición! A toda portada leí que Inma de Santis había muerto en un accidente de tráfico en Marruecos. Estaba de turismo, en un viaje que llevaba años deseando hacer. El jeep que ella conducía volcó por culpa de un animal, al parecer una especie de zorro que se cruzó en su camino y le hizo dar varias vueltas de campana, con la mala suerte de que salió expulsada del vehículo y éste quedó volcado sobre ella. Inma tenía 30 años. En enero de 1990 la madre y la hermana de Inma fueron entrevistadas por Hola y relataron los sentimientos imaginables tras su pérdida. Es muy posible que estas revistas las tenga aún perdidas por alguna caja en casa de mis abuelos, entre centenares de otras revistas de los 80 y los 70.

Nos lamentamos pero la vida continuó para todos, aunque la llama de Inmaculada Santiago del Pino permaneció encendida en algún rincón dentro de mí. En los primeros años de la década de los 90 el recuerdo de lo que ella fue y el sueño de lo que pudo ser venía a mi mente regularmente, lo que fue estimulado por una penosa casualidad de la que tuve conocimiento –con retraso– allá por el 91 o el 92, la muerte de la francesa Válerie Quennessen, la actriz que interpretó en Conan el bárbaro a la "caprichosa hija del rey Osric", la princesa Yasmina. Al igual que Fernando Martín e Inma de Santis había fallecido en 1989, en accidente de coche, en su caso cerca de París.

El Internet prehistórico de 1996, cuando lo empecé a utilizar, era desesperante con su lentitud de saurópodo, pero con las mejoras que poco a poco se implementaron en velocidad, calidad y cantidad, se empezaron a encontrar cosas, pocas, sobre nuestra señora de la Inmaculada Concepción, básicamente fichas con los datos de sus películas. Juro que prácticamente no había nada más, ni siquiera una triste fotografía, hasta que el 21 de diciembre de 2005 escribí un artículo con motivo del 16 aniversario de su muerte. Un amable lector, Rafael, lo leyó y me escaneó una magnífica fotografía de Inma en Juego de Amor Prohibido. Era fantástica pero con todo me supo a poco… ¡Cualquier cosa sobre Inma me sabría a poco! Si bien yo me entregué y busqué la convergencia con otros fans para unidos recuperar su memoria histórica, artística y humanística, tenía la amargura de pensar que los archivos fotográficos de su familia pudieran perderse sin que nadie hiciera nada porque al menos una parte de ellos se publicasen en Internet, para así dar a conocer mejor a la mujer y a su obra. Esto me obsesionaba y me desconsolaba.

Algún dios debió escucharme porque en 2008 recibí un email de mi ya amiga A.H., una encantadora madrileña a la que nunca estaré suficientemente agradecido. Ella es amiga de la madre de Inma y con su generosidad mediante he tenido acceso a lo que siempre había soñado: fotografías del archivo familiar, carteles de cine, recortes de prensa y el testimonio de primera mano de la mujer que alumbró a Inma a este mundo… Casi nada. Todos la perdimos en 1989, sí, pero en cierto modo yo la recuperé en enero de 2008.