3 de diciembre de 2009

La geometría de los recuerdos

20 años después.

La geometría de los recuerdos.

por Roberto Hoya

Berlín amanece con ganas, hoy es 9 de noviembre de 2009, hace 20 años de la caída del muro. El cielo está nublado, la temperatura emocional es mucho más alta que la señalada en el termómetro: dos grados en Alexanderplatz. Las portadas de los periódicos calientan el ambiente anunciando el acto conmemorativo que tendrá lugar a la tarde-noche en la Puerta de Brademburgo, allí acudirán los líderes políticos del mundo de ahora y de antes, entre ellos Mijail Gorbachov y Lech Walesa.

Esta mañana Gorbachov no se ha calzado las zapatillas en su dormitorio, ni Walesa se ha afeitado delante del espejo de su cuarto de baño, ambos ha aplazado la rutina de venerables jubilados para vestir aquí el traje de la Historia. Hoy toca rememorar el pasado, hoy es imposible recorrer Berlín ajeno a la geometría de los recuerdos.

Abordo la avenida Unter den Linden en dirección a la Cancillería, el punto neurálgico desde el cual Hitler trazó en línea recta la alianza entre Alemania, Italia y Japón; el Eje con el que pretendió hacer girar al mundo. Esta osadía expansionista originó la Segunda Guerra Mundial que provocó cerca de sesenta millones de muertos, el mayor reguero de sangre de la Historia. La ciudad de Berlín quedó arrasada, los expertos para la reconstrucción se plantearon la posibilidad de abandonar aquella desolación y levantar en otro lugar un nuevo Berlín.

La decisión final se dibujó sobre un mapa, las cuatro potencias vencedoras dividieron la ciudad en cuatro sectores y comenzó así la reconstrucción física y la rehabilitación ideológica. Eran cuatro figuras poligonales, pero dos formas diferentes de entender la política que se correspondían con la partición de Alemania en la República Democrática y la República Federal. Esta dualidad acabó imponiéndose de forma contundente y se extendió hasta los últimos rincones del mundo. La línea de separación entre el comunismo y el capitalismo se trazó en Berlín con la construcción de un muro que cortaba calles, parques y casas para evitar la constante fuga de ciudadanos de Berlín Oriental a Berlín Occidental. La pesadilla duró 28 años, durante este tiempo más de doscientas personas murieron en el intento de cruzar la frontera.

La noche del 9 de noviembre de 1989 los berlineses de uno y otro lado salieron a las calles y emprendieron dirección al muro. Unos cruzaron por los pasos fronterizos y se abrazaron a los del otro lado, otros saltaron el muro, y hubo quienes comenzaron a derribarlo con las primeras herramientas que encontraron a mano. Esta explosión de libertad fue posible gracias al deshielo de la Guerra Fría entre Oriente y Occidente. Gorbachov, con su política de reestructuración de la Unión Soviética, y Walesa, presidente del primer sindicato independiente del bloque comunista, fueron piezas claves en este proceso.

Hoy, 20 años después, la cicatriz del muro bordea la Puerta de Brademburgo. Sobre ella se han colocado en vertical las piezas de un gigantesco dominó que ocupa kilómetro y medio, desde Potsdamer Platz hasta el Reichstag, lo que fue la temida "franja de la muerte". Estas piezas, que han sido pintadas por artistas de diferentes países, caerán una detrás de otra como símbolo de lo que ocurrió la noche del 9 de noviembre de 1989. Será la Fiesta de la Libertad, que difundirán al mundo los tres mil periodistas acreditados aquí. Berlín se han convertido en un inmenso plató de televisión: las cámaras y los focos se suceden principalmente por la Puerta de Brademburgo, por East Side Gallery, por Checkpoint Charlie, y por Bornholmer, el puente que aquella noche cruzó una avalancha humana ante la mirada incrédula de los soldados que vigilaban el muro.

“¿Dónde estaba usted el 9 de noviembre?” es la pregunta que los reporteros hacen por las calles de Berlín tratando de hallar testigos de lo acontecido. Con este interrogante, en la reflexión personal, cada cual trata de encontrarse a sí mismo como un Wally diminuto perdido en la maraña del pasado. Aquel día yo estaba a mil ochocientos kilómetros de aquí, que es la distancia entre Berlín y Madrid. Sin embargo, a veces las circunstancias hacen que la distancia se acorte, como ocurrió en mi caso al estar junto a una mujer que fue “niña del muro”.

Hablo de Inma de Santis, “niña del Berlín comunista” en la ficción cinematográfica, en la película titulada El niño y el muro, que fue su debut como actriz. Por eso, la caída del muro en 1989 vino a rememorar en Inma el comienzo de su carrera. Inma de Santis representó en está película el papel de Marta, una chiquilla que vive junto al muro. Un día encuentra una pelota que ha caído de la otra parte de la frontera y que pertenece a Dieter, el niño que se verá obligado a pactar con Marta para recuperar el juguete. La comunicación entre ambos se realiza a través de un agujero en el muro, en este marco comienza la que va a ser una fiel amistad, siempre al margen de la tragedia que consume a los mayores: familias separadas a uno y al otro lado de la ciudad, rigurosamente vigiladas desde las torretas, y sobrecogidas por las alarmas de las sirenas y por los disparos en mitad de la noche.

Para Inma de Santis, El niño y el muro fue el cambio de agujas que encauzó su vida por las vías de la interpretación. Llegó al casting de la película, en el último piso de la Torre de Madrid, de la mano de su madre, ilusionada por enseñar a su hija las vistas desde este rascacielos que estaba de moda en los años sesenta. Se presentaron alrededor de dos mil aspirantes y a juicio de Ismael Rodríguez, el director, tanto el físico como el carácter de Inma encajaban a la perfección en el personaje de la película. Aquel día pudo surgir en las ideas de la madre otro entretenimiento mejor para su niña que hubiese sustituido al placer de contemplar las panorámicas de Madrid desde lo alto, pero no fue así, y aquella visita improvisada marcó el futuro de Inma con tal solo cinco años de edad. El azar es sagrado, dice Muñoz Molina, por eso algunas veces lo llamamos destino.

El niño y el muro se mantuvo tres años en la cartelera de Méjico y, aunque en España la exhibición resultó mucho más modesta, esta primera película supuso para Inma una excelente carta de presentación. La pequeña encarnaba el modelo de niña linda y audaz, que además era virtuosa en la interpretación y hacía su trabajo con una responsabilidad impropia de su edad; toda una delicia para productores y directores que al concebir un proyecto en el que interviene un actor infantil, además de sopesar las cualidades actorales, tienen que considerar la condición propia de la niñez que es incompatible con el trabajo tenaz de los rodajes.

La segunda colaboración de Inma de Santis en el cine fue en La mujer perdida, película dirigida por Tulio Demicheli, con Giancarlo del Duca y Sara Montiel, quien por entonces vivía el apogeo de su carrera como la primera diva del star-system español. La pequeña Inma despertaba el natural afecto entre los técnicos y los actores que se traducía en atenciones y comentarios en cuanto el director pronunciaba la palabra “¡corten!”. Eran cumplidos y cortesías que buscaban mitigar el desacople entre la realidad laboral de los mayores y el mundo infantil de Inma, un ámbito que, en adelante, cada vez iba a estar más ceñido a las pautas propias de la profesión de actriz: un rodaje sucedía a otro y además del cine surgió el trabajo en la televisión y también en el teatro: Antoñita la fantástica, Sola en la oscuridad, Cinco cartas de Alemania… Así, definitivamente, la vida de Inma emprendió un rumbo que los padres, sin haberlo vaticinado, dejaron transcurrir.

A veces los niños se ven obligados a hacerse adultos antes de tiempo, como en El otro árbol de Guernica, película que protagonizó Inma en el año 1969. Esta basada en la novela del mismo nombre con la que su autor, Luis de Castresana, obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Luis de Castresana dejó constancia de la explicación histórica y documental sobre su novela en libro titulado La verdad sobre el otro árbol de Guernica. “De todos los niños que intervienen en la película escribe la única que tenía experiencia de actriz era Inma de Santis… una niña que posee un talento portentoso de actriz, un don innato, una sensibilidad y un talento especiales. Yo creo que podría ser muy bien la Shirley Temple española.”

El aire de fragilidad que emanaba Inma en El otro árbol de Guernica encajaba a la perfección en la desprotección que cimentaba a su personaje. Es precisamente esta imagen de fragilidad la que definirá en adelante buena parte de la carrera de Inma de Santis como actriz. Pero quienes la conocían de cerca sabían que detrás de esa apariencia había una tenacidad y una resistencia física fuera de lo común. Cuando terminaba la jornada escolar, asistía a lecciones y adiestramientos que le servirían de apoyo para desarrollar sus facultades interpretativas. “No puedo jugar al salir de clase declaraba Inma al periódico en una de sus primeras entrevistas por las mañanas tengo que ir a danza y por la tarde a ballet y a inglés.”

El final del rodaje de El otro árbol de Guernica en Bélgica, da idea de cómo tenía que administrar Inma el tiempo para conjugar el trabajo con los estudios. De Bruselas regresó de inmediato a Madrid, y del aeropuerto fue directamente a la Escuela de Arte Dramático y Danza para realizar la prueba de fin de curso correspondiente a Danza Clásica en la que obtuvo matrícula de honor. Del mismo modo estudió ballet moderno, solfeo y asistió a cursos de ortofonía y de interpretación. A lo largo de los años tuvo profesores de prestigio, entre otros a Carmina Miracle, Ana Lázaro, Michael Mc Callion, al coreógrafo Arnold Taraborelli y también a Dominic de Fazio y a John Strasberg, ambos del Actors Studio de New York.

Pero entre las resistencias que Inma debía vencer, además de las que tenían que ver con la formación intelectual y la labor de amoldar el cuerpo a sus ideales, estaban las de su faceta de actriz, es decir, todas aquellas contingencias de una actividad laboral: unas veces madrugar, otras trasnochar, la prolongación de un rodaje, las dos funciones diarias cuando actuaba en el teatro, las horas dedicadas para hacer un anuncio... y las peripecias que se le presentaron en el rodaje de El Mercenario, como en El juego del diablo, y también en El bosque del lobo, donde se libró in extremis de las quemaduras del fuego provocado alrededor de su ropa por el equipo de efectos especiales. Pero los sinsabores se diluían, bien en el juego de la interpretación, en el reconocimiento social o con el sentido del deber de donde emanaba la fuerza de voluntad necesaria para que nada ni nadie quebrara la trayectoria. Los títulos del cine, de la televisión y del teatro se fueron sucediendo: Los Veraneantes, Los camioneros, La vida sigue igual, El día que secuestraron al Papa, El asesino de muñecas… A propósito de tantos estrenos una periodista concluyó así su entrevista a Inma de Santis: “No sé por qué me ha dado pena esta niña, como aturdida por una responsabilidad impropia de su edad.”

Fue en este periodo cuando la dirección del Colegio Santa Isabel, donde cursaba la segunda enseñanza, requirió la presencia de los padres de Inmaculada para comunicarles que su hija se adormecía en el pupitre. Todos eran conscientes de que desarrollaba excesivas actividades en esos días estaba empeñada en hacer, además, un cursillo de natación pero también sabían de su ímpetu y de su determinación tan temprana, por lo que difícilmente podían conseguir que renunciara. Convinieron que fueran sus profesoras las que ayudaran a comprender a Inma que debía aligerar compromisos; pero la idea no tuvo éxito, brotaba ya entonces el germen que adelantó en ella la edad de las decisiones.

Inma de Santis corrió mucho, quemó etapas rápidamente y en cierto modo, también huyó. Los motivos que la espolearon hacia la evasión, los escribió en su diario. Desde pequeña, se acostumbró a recurrir a la escritura como quien acude al amigo que escucha cuando el desconsuelo aprieta. Así dejo retazos de su vida en el papel que describen a su padre como un hombre educado en la severidad de la posguerra y que suscitaba temor en la familia:

Es miércoles: yo como todos los días pienso que necesito un cariño que he comprendido que no tengo ni he tenido nunca y por eso lo voy buscando. Creo que es porque mi madre que es la única persona que por el momento y a mi edad podría dármelo, no me lo puede dar por culpa de mi padre pues la trae mártir y no puede hacer nada ni decidir nada y ni siquiera tiene tiempo para quererme. ¿Las razones? tendrán que contar 12 años de vida para saberlas.

A esto hay que añadir que yo, por desgracia para mí, hago cine, televisión, teatro y claro por mi actuación gano dinero como actriz que mi padre guarda [...] es por eso por lo que no quiero hacer cine, quiero ser como las demás, una chica normal.

Bien por temor o por desconfianza, Inma jamás expresó a sus padres esta determinación que quedó guardada en las páginas de su diario, junto a otras prematuras reflexiones a cerca del desamor. Con el tiempo Inma fue olvidando los sinsabores que escribió en el diario con respecto a su trabajo y, si bien estaba inmersa en una profesión que no había elegido, llegó el momento en el que decidió seguir adelante con todas las consecuencias porque encontró que el mundo del espectáculo había llegado a formar parte de eso que ella llamaba sus pasiones. Junto a esta decisión, al cumplir los 16 años, Inma quiso dejar atrás la etapa de tutela familiar. El relevo lo tomó el fotógrafo Antonio de Benito, el hombre que le procuró afecto y compañía en el tiempo que va de la adolescencia a la madurez. “No creo en los flechazos, para mí la pasión debe estar sustentada”, declaraba Inma a la prensa.

Antonio e Inma emprendieron una relación a pesar de la obstinada oposición del padre de ella que veía en la conducta rebelde de su hija un desafío a sus convicciones. Se conocieron en el rodaje de Juego de amor prohibido, película en la que ella interpretaba el papel de una adolescente que se fuga de casa junto a su novio. La idea del alejamiento de la casa de sus progenitores estuvo igualmente presente en Inma desde el primer momento de la relación con Antonio; era la oportunidad para liberarse de las imposiciones paternas que habían provocando en ella el germen de un espíritu insumiso. Junto a Inma de Santis, Juego de amor prohibido fue interpretada por Javier Escrivá y Simón Andreu, y dirigida por Eloy de la Iglesia en 1975, año clave para la sociedad española que supuso el comienzo del fin de la dictadura, un cambio crucial que coincidió con el nuevo camino que Inma emprendió en su vida sentimental. El devenir de Juego de amor prohibido discurrió por el derrotero de aquellos tiempos en los que la sensibilidad política estaba a flor de piel. La censura creyó ver en la película mensajes subliminales de la izquierda y se estrenó con más de cuarenta cortes.

Para Inma, este tiempo conflictivo supuso la toma de conciencia social y la iniciación en las inquietudes de la generación de su compañero Antonio, 16 años mayor que ella. El grupo de amistades incluía a profesionales del cine como Cecilia Bartolomé o José Luis Alcaine, que la conoció siendo él director de fotografía de Javier y los invasores del espacio y ella una intérprete principiante que anda cambiando los dientes de leche. Entre todos, no sólo animaron a Inma a la percepción de nuevas estéticas, además le mostraron la dinámica del pensamiento político al margen de las ortodoxias y disciplinas de los partidos. Inma no llegó a ejercer nunca de militante: su espíritu librepensador no le permitía tomar partido por paquetes ideológicos cerrados, lo cual no significó que estuviera apartada de las reivindicaciones sociales de entonces, ni alejada de aquellos compañeros que sí militaban, como era el caso de su amiga Tina Sainz que fue una de las protagonistas de la huelga de actores que se inició en febrero de 1975.

Con la desaparición de Franco y la proclamación del rey Juan Carlos, comienza el decisivo camino hasta alcanzar la estabilidad democrática. Este tiempo de transición se ve jalonando con todo tipo de sobresaltos, tanto para los que pretenden frenar las reformas como para aquellos que las impulsan: entre huelgas, manifestaciones y asesinatos de los extremistas de izquierda y de derecha, el proceso va avanzando con la amnistía de los presos políticos, la vuelta de los exiliados y la paulatina legalización de los partidos políticos. Inma de Santis vivió estos acontecimientos haciendo realidad el sueño adolescente de las nuevas experiencias fuera del perímetro familiar, y, a la par, descubriendo un mundo colmado de esperanza en el que habitaban todos los que soñaban con una nueva sociedad. Compartió pareceres con quienes pensaron que el eslogan de “la imaginación al poder” no se había marchitado en el ya lejano mayo francés del 68. Se entusiasmó alimentándose de un cine diferente al que ella venía haciendo y creyó, como tantos, que al fin la utopía era posible.

A los 18 años, Inma de Santis ya había hecho más películas que años tenía y hubo quien publicó un resumen de su trayectoria profesional resaltando el contraste entre unas películas y otras. “Vino peleón con champagne” decía a propósito de lo heterogéneo de sus trabajos que incluían títulos de la gran pantalla tan desiguales como Experiencia prematrimonial, Madres solteras, Goya, Tío ¿de verdad vienen de París? La duda, Leonor, Las melancólicas... Y en televisión: Las Meninas, Ana Karenina, El invernadero, El Burlador de Sevilla, Cuentos y leyendas, Los pintores del Prado, Entre visillos, El farsante de occidente...

Con la mayoría de edad, Inma fue asentando un criterio propio en cuanto a selección de los papeles que le ofrecían. Pero el aspecto de niña cautivadora, rubia y mona que al principio la catapultó, ahora se tornaba un obstáculo. “Es difícil desembarazarse de la imagen de eterna niña encantadora –decía Inma– y por ello siguen ofreciéndome los mismos papeles. Tendré que esperar a cumplir treinta años para poder acceder a interpretar personajes más fuertes”. Un tiempo después, Mª Ángeles Llinás, en la revista Fotogramas, tituló: “Inma de Santis: la eterna desaprovechada”. Inma reflexionaba: “He tenido que hacer lo mismo que han hecho todos, el cine que nos dejaban hacer [...] era un cine limitado, de comedia frívola [...] existían también otro tipo de películas vanguardistas... yo no tuve acceso a ese cine, ni lo tengo ahora. Mi imagen es, desgraciadamente, para otra clase de cine del que a mí me gustaría hacer.”

Sin embargo, hubo películas con las que Inma se sintió a gusto y que, cuando menos, consideró enriquecedoras desde el punto de vista de la experiencia; otras las aborreció, por ejemplo: Madres solteras. Justificó su participación en éste y otros trabajos por la presión que los productores ejercían sobre ella: obligarle a aceptar un proyecto para poder participar en otro de mayor interés. Una vez que finalizó el rodaje manifestó a la prensa su opinión desfavorable, y no es difícil imaginar la reacción de los responsables de la película que incluyeron el nombre de Inma de Santis en la lista negra de los pocos actores que se atrevían a criticar con total libertad las películas en las que habían trabajado. “Me gustan las historias que sean creíbles –decía– y que permitan matices interpretativos: no exijo grandes cosas, simplemente una historia, porque la vida está llena de historias que son simples y que la hacen compleja. Me gustaría hacer un cine de verdad”.

Ese “cine de verdad”, no fue posible. A la servidumbre de su encasillamiento en papeles triviales tuvo Inma que sumar entonces un nuevo obstáculo que tenía que ver con el reclamo de su aspecto su físico. Era época de cambio, tiempo de búsqueda, y por lo tanto confuso, en el que las pantallas se llenaron de atractivos cuerpos desnudos con la justificación de ser un alegato contra la represión sufrida durante el franquismo que se quería dejar atrás. En la mayoría de los casos, esta pretendida liberación escondía la utilización de la mujer con fines comerciales. “Para mí el desnudo es lo más natural del mundo, – declaraba Inma a la revista Fotogramas en 1976– y fotografiar un desnudo puede ser por lo tanto tan normal como fotografiar una manzana. Pero nosotros no lo hacemos así, sino que aquí el destape es como todo: chabacano, tratando de despertar el morbo de la gente [...] cuando te ofrecen un guión vas descubriendo que tiene tal escena de desnudo, y tal otra, y ésa otra más, todas forzadas, ridículas.”

Con estos argumentos, Inma de Santis fue rechazando guiones, algunos escritos con la intención de construir con su imagen una versión de “Lolita” hispana. También dejó de atender a los reportajes fotográficos, al “siéntate ahora en el sofá, colócate así, sonríe, cambia de postura, mira a la ventana y ábrete la blusa.” Después de cada negativa, la proposición siguiente se le presentaba con el acicate de una mayor recompensa económica que llegó a alcanzar el récord de aquellos tiempos. En el semanario Interviú organizaron una encuesta para elegir a la mujer más “sexy” del año y resultó que, según el criterio de los lectores, Inma de Santis merecía ese calificativo. Los directivos (masculino plural) de la revista habían puesto en marcha esta consulta con la intención de dedicar la portada a la “ganadora”, dando por supuesto que fuera quien fuese se dejaría fotografiar desnuda para un reportaje que se publicaría en las páginas interiores. Pero Inma no quiso participar en semejante proyecto. “Es absurdo[...] este interés por fotografiarme. Mi pensamiento y mis inquietudes no importan. Sólo la estridencia fotográfica, la exhibición bobalicona.” Los de la revista insistieron repetidas veces hasta que la negativa firme de Inma les hizo tirar la toalla. Lo consideraron una afrenta y desde entonces, ninguna publicación del Grupo Z, al que pertenecía Interviú, volvió a reproducir en sus páginas noticias ni entrevistas a Inma de Santis.

Esta falta de subordinación al sistema imperante quedó patente de igual modo ante el rodaje de Beatriz. La película estaba avalada por un realizador de prestigio, Gonzalo Suárez, y basada en dos relatos de Valle Inclán. Inma no se negaba a aparecer desnuda, se negaba a hacer tantos desnudos –quince tenía en el guión– porque ella sólo veía justificadas tres de esas escenas. Dijo que el director entendió sus objeciones, pero no así los productores interesados ante todo en “vender la película”. El papel, finalmente, lo encarnó Sandra Mozarowski, que murió poco después a consecuencia de las heridas producidas por la caída desde la terraza de su casa. Surgió la polémica de si fue un accidente o un suicidio. Inma conocía a Sandra desde el rodaje de El otro árbol de Guernica y cuando supo de su muerte dijo: “Ha sido una víctima más de esta maldita profesión.”

Inma denunció: “De pronto en España cine y desnudo parecen ser términos sinónimos y prefiero estar al margen[...] El cine y yo nos hemos dicho hasta luego.” Y siguió su camino, no aquél que le querían marcar. Inma de Santis no se quebró, su apariencia frágil escondía un carácter fuerte. Se acercó a la televisión; allí encontró espacios lejos de la mediocridad (Estudio 1, Telenovela). Representó obras de William Shakespeare, Máximo Gorki, Fedor Dostoievki, Aldus Huxley, Oscar Wilde, Tirso de Molina, Gómez de la Serna y Ramón del Valle Inclán, cuya Sonata de primavera fue dirigida por Miguel Picazo en el marco de la primera etapa de colaboración entre Televisión Española y la industria cinematográfica. Inma hizo, pues, novelas y teatro en la televisión, pero también teatro en el teatro: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Fernando de Rojas, Calderón de la Barca y Jacinto Benavente fueron algunos de los autores de su repertorio y con ellos consiguió dejar atrás la starlette que algunos pretendieron.

Otra de las dificultades contra la que tuvo que luchar Inma de Santis tiene que ver con su condición de mujer en una sociedad y en una profesión dominada por estereotipos masculinos y regida, en algunos casos, por más de un déspota disfrazado de ilustrado. Tras la representación en Madrid de la obra Calisto y Melibea –la primera manifestación de rebeldía de la mujer en la literatura española– Inma inició una gira con la compañía que dirigía Manuel Manzaneque y a duras penas pudo terminar la tourné ya que a punto estuvo de renunciar a su trabajo debido al acoso que padecía. En este orden de cosas, el hecho más extremo lo vivió unos años antes, en el musical al estilo Broadway titulado El diluvio que viene, adaptado y dirigido por Rafael Ibarbia: tras los ensayos en Barcelona –tres meses de reafirmarse en su relación exclusivamente profesional– el día anterior al estreno se consumó la maniobra de despecho, y fue apartada del cartel. Inma nunca sacó a la luz pública los nombres de aquellos regentes del mundo del espectáculo, de la cultura, que mostraron en privado el descarnado rostro de la incultura.

Frente al poder utilizado de forma soez y ultrajante, está el poder de la palabra con el que los escritores intentan sacar a relucir el inmensurable interior humano. A veces, este propósito se torna errático e insolente. “Desde que las mujeres tienen alma –escribió Francisco Umbral– incluso antes de la mayoría de edad, uno puede violar a una menor con un caramelo envenenado, explicando luego que el alma no tiene sexo ni edad, que el alma no sabe/no contesta. Que lo que uno se ha tirado no es una jesuitina de catorce, sino un alma... Las mujeres sin alma, como las quería Aristóteles, quedaban más incómodas, porque estaba claro que lo que se había trabajado uno era un cuerpo y los cuerpos siempre son de alguien. A veces, incluso, de la interesada. El alma les ha sido muy útil a los fundadores de las religiones y a los dramaturgos, empezando por Shakespeare. En cuanto hay alma, hay follón metafísico, y ya, en el tumulto, se beneficia uno a quien puede. A mí me gusta Inma de Santis, un suponer. Pero Inma de Santis tiene alma.”

Francisco Umbral había dicho que el alma de Inma de Santis era “de peluquería impersonal y con tirantitos”. Ella tuvo que emplearse a fondo para enfrentarse a este peso pesado y no se anduvo con remilgos; en un cara a cara, para empezar, le lanzó el reto: “Tú has escrito de mí muchas gilipolleces, Umbral”. Al final del encontronazo Francisco Umbral publicó: “Esperaba encontrarme con una niña mona y me encuentro una inteligencia de primer orden, una mujer/ninfa de la que había que enamorarse... adoro su inteligencia. Me arrepiento de haberla tratado mal, guiándome por la prensa del corazón y de la vagina, anteriormente [...] Me parece que aquí no sólo falla el apparat, Inma, sino que fallas tú. Nunca has proyectado la imagen de actriz intelectual, inteligentísima que eres. Hasta yo te creía tonta.”

De espaldas al “glorioso” periodo del destape del cine español, Inma de Santis comenzó los estudios de Ciencias de la Información en la especialidad de Imagen. Tenía claro que se trataba de una carrera con defectos en una universidad con defectos, principalmente por la carencia de prácticas, pero la experiencia de los rodajes era algo que ella había vivido en sobradas ocasiones y lo que buscaba era el soporte teórico. Inma pretendía una formación académica y, en el fondo, también perseguía encontrase a sí misma como actriz, saber si sus cualidades interpretativas podrían estar a la altura de sus anhelos, porque sospechaba que le faltaba el don comunicativo que tienen los actores sobresalientes. Durante los cinco años de carrera compatibilizó sus estudios con la representación de algunas obras de teatro y la participación en varias adaptaciones televisivas. Cuando en 1983 terminó la licenciatura con un expediente académico verdaderamente brillante, de la inquietud inicial por conocer los aspectos teóricos del cine vinculados a la profesión de actriz, Inma derivó al interés por una nueva faceta: la de la realización cinematográfica.

Pronto llegó a dirigir el primer corto que tituló Eulalia, una historia intimista basada en un relato de la escritora venezolana Perla Vonasek. Realizó el rodaje con el apoyo de un grupo de técnicos y actores que colaboraron desinteresadamente. Fue una lucha contra el tiempo, un gran esfuerzo físico y mental, como ocurría en la mayoría de los cortos que se rodaban con escaso presupuesto. Inma aprovechó trozos de película de 35 milímetros que le habían regalado, sobrantes de la serie Los pazos de Ulloa. No podía permitirse rodar tantas tomas como necesitaba, ni hacer planos de más de 30 segundos de duración.

Eulalia recibió el Primer Premio en el XV Festival de Cine de Alcalá de Henares, así como la Mención Especial de la Comunidad Autónoma de Madrid y el Premio Extraordinario en el IX Festival de Cine Independiente de Elche, galardones de los que Inma de Santis parecía sentirse más orgullosa que de las veintitantas películas en las que había trabajado como actriz. De este primer cortometraje los críticos destacaron la valentía en la elección de la historia y el rigor al contarla. Y con el mismo ímpetu, precisión profesional y exigencia intelectual, comenzó Inma a idear otro proyecto, convencida de que debía rodar varios cortos con enfoques diversos antes de abordar su primera película de larga duración.

Cuando Inma empezó a introducirse en ese camino inexplorado al otro lado de la cámara, floreció el desencanto de quienes habían apostado por unos ideales de mayor altura que los que la realidad política era capaz de ofrecer. “Es más fácil hacer una revolución que una reforma”, decían quines desde el poder se enfrentaban a diario a los problemas de la reconversión industrial, las transformaciones de la administración, de la sanidad, de la justicia, de la educación, la entrada en Europa… En este tiempo de desengaños, Inma encontró su personal desencanto.

Con respecto a su faceta interpretativa, ella ya es claramente consciente de sus limitaciones. Con respecto a su relación de pareja, ambos se distancian, se hacen fuertes cada uno por su lado y no hallan punto de encuentro ni siquiera en los asuntos intrascendentes. En Opus Nigrum, Inma subrayó: “Todo parecía realizarse en el fondo de una serie infinita de curvas cerradas”. Un día, sin que ninguno de los dos hubiera puesto especial empeño, saltó la deflagración que puso fin a doce años de compañía. Inma se fue sin hacer cuentas, dijo adiós y se llevó sólo lo más necesario para el abrigo: la ropa y los libros. Al llegar a casa de la amiga que la acogió, se derrumbó.

Pero la vida sigue, las ideas persisten y se esfuerzan en ganar terreno al desasosiego. Entre sus proyectos, Inma revive el de realizar el segundo corto –de temática y puesta en escena radicalmente diferente al primero– con el fin de ir allanado el camino hasta alcanzar la quimera de dirigir un largometraje. En España, hasta entonces, tan sólo siete mujeres lo habían conseguido: la primera fue Rosario Pi en el lejano año1935, después Ana Mariscal, Margarita Aleixandre, Josefina Molina, Pilar Miró, Pilar Távora y Cecilia Bartolomé, amiga de Inma y primera mujer en obtener el diploma de dirección en la Escuela Oficial de Cinematografía.

Después de tantos años de contar las ideas de otros en tanto que actriz, Inma quiso transmitir su propio discurso, su personal enfoque de la realidad y quiso hacerlo desde detrás de las cámaras, tanto en cine como en televisión. Televisión Española se mostró interesada en contar con ella para crear un espacio destinado a la promoción de la programación, con especial atención a las películas que se exhibían en la televisión pública. Pilar Miró, tras su paso por la Dirección General de Cinematografía, era ahora directora de RTVE y quería potenciar el cine en televisión con la emisión de más películas y más ciclos sobre actores y realizadores de prestigio, lo cual requería una buena información cinematográfica desde la propia cadena. Así surgió Fin de semana, dirigido y presentado por Inma de Santis. El excelente resultado de Fin de semana sorprendió a los directivos. Emisión tras emisión, se situó entre los diez programas más vistos, junto a otros espacios estrella como el concurso Un, dos, tres, las omnipresentes retransmisiones de fútbol y las películas más taquilleras. Lo hizo, además, con un alto y constante índice de fidelidad de audiencia, cuyo pico más alto, el 96%, llegó a superar al concurso de Narciso Ibáñez Serrador y a los Telediarios.

La popularidad de Fin de semana –que se emitía en el horario prime time de los viernes simultáneamente en las dos únicas cadenas existentes entonces (TVE1 y TVE2)– se debía a la capacidad comunicativa de Inma de Santis, arropada por una estructura sencilla, pero muy trabajada. El proceso de producción era rigurosamente controlado por ella e incluía desde el visionado de las películas, la documentación y la elaboración de textos, hasta el montaje del programa. Fueron horas y horas de trabajo que contaron con la valiosa colaboración de dos mujeres: Victoria Álvarez en la realización y Pilar Tabares en la producción.

Y tras los millones de espectadores que la seguían cada semana, la gran paradoja de la soledad. Inma de Santis, que recibía cartas de admiradores ofreciéndole su amistad –incluso noviazgos y casamientos– hacía una vida, en el fondo, solitaria. Como al principio, su madre volvió a acompañarla a los rodajes, aunque ahora ocasionalmente, y sufría al contemplar el marcado gesto de dolor en el rostro de su hija. Sorprendentemente, Inma de Santis se transformaba delante de las cámaras: las dudas, los miedos y las contradicciones nunca trascendieron a los espectadores que la contemplaban como un envidiable ejemplo de mujer afortunada.

En esta situación emocional, Inma de Santis recibió de Televisión Española la oferta de dirigir y presentar un programa dedicado a la tercera edad. Se trataba de un proyecto elaborado por Eduardo Francés con el visto bueno del equipo de Pilar Miró que venía dirigiendo TVE con poca calma y bastantes aciertos, y que precisamente ahora abandonaba su cargo tras la huelga general que paralizó España el 14 de diciembre de 1988. Parecía imposible que Inma pudiera derrotar a ese monstruo que todo lo devora y que siempre tiene hambre, el de la insatisfacción. Sin embargo, a fuerza de discurrir métodos y modos empezó a ganar algunas batallas. Ideó un apartado para el programa en el que se abordaban los problemas de la tercera edad a través de la ficción cinematográfica. Los papeles de los jóvenes estaban interpretados por actores profesionales y los de los viejos, es decir, los de los protagonistas, corrían a cargo de “actores” que como mucho habían participado alguna vez en una obra de teatro aficionado. Así se rodó Habitación 332, en la Residencia de la Tercera Edad de Villaviciosa de Odón donde Inma compartió varias jornadas con los residentes trabajando sobre un guión que superponía la esperanza sobre el pesimismo. Se trataba de una visión de la vida semejante a la certeza que ella estaba anidando en su intimidad, donde el amor comenzaba de nuevo a iluminar sus días. Por entonces escribió en el diario:

Sí, también quiero recuperar los sentimientos a pesar de todos mis miedos. Debo, al menos, arriesgarme a intentarlo.

A medida que fue avanzando la producción de El tiempo que vivimos, Inma supo deshacerse de la opresión de su exacerbado sentido de la responsabilidad, dejó de intervenir en todos y cada uno de los procesos y aminoró la velocidad, porque en los últimos tiempos había vivido en una prisa. Encontró una complicidad de orden profesional y también personal, alguien con quien compartir las exigencias del trabajo y aligerar el peso de las últimas negaciones.

Qué diferente soy de lo que fui [...] y supongo que también de lo que seré[...] Qué distintas las cosas que me preocupan y me interesan[...] A los treinta años proyecto cosas tan diferentes y

es como si estuviera empezando, que las cosas llegan[...] a lo que me refiero es a las cosas que deberían formar o modelar mi vida.

Una de las grabaciones para el programa El tiempo que vivimos fue la entrevista que Inma hizo a Luis Escobar. Se realizó en el Teatro María Guerrero, un lugar lleno de evocaciones para Luis Escobar porque fue su director y porque en este escenario estrenó, entre otras, la obra El tiempo y los Conways, de J. B. Priestley, cuyo traductor, el mismo Escobar, la rebautizó con el título más poético de La herida del tiempo. En la reposición, veinticinco años después del estreno, Inma de Santis interpretó el papel de Carol. La circunstancia de recordarse ambos unidos por el trabajo en un mismo proyecto fue motivo de comentario entre los dos antes de comenzar la entrevista. Pero la técnica narrativa de La herida del tiempo, sin que Inma lo sospechara, resultó ser la descripción precisa de lo que después aconteció en su vida. En La herida del tiempo, a lo largo del primer acto, J. B. Priestley desarrolla el planteamiento de la obra y después, mediante la manipulación del tiempo, alterando el orden cronológico, se salta el nudo y nos conduce directamente al desenlace. Y así fue el devenir de Inma de Santis, de las ilusiones, pasó bruscamente a la desolación.

Inma de Santis murió el 21 de diciembre de 1989 en el desierto del Sahara, al caer la tarde, cuando un zorro plateado se cruzó en su camino. Conducía un coche todoterreno perteneciente a una expedición que había cruzado el Estrecho de Gibraltar para recorrer Marruecos, El Sahara, Mauritania, Malí y Argelia. Inma reaccionó queriendo evitar el atropello, dio un bandazo hacia un lado, luego hacia el otro y el coche volcó. Su cuerpo quedó tendido en el suelo. Aparentemente no tenía señales del golpe, pero estaba inerte. La trasladaron a un hospital y no la volvimos a ver.

“La tierra fue creada redonda para que no podamos advertir el final del camino”, así lo dice Karen Blixen (Meryl Streep) en Memorias de África, la película que tanto influyó en Inma a la hora de emprender aquel viaje por África. La carretera, la velocidad, el vehículo, la carga, las coincidencias en el espacio y en el tiempo, aquel animal… “el azar que a veces llamamos destino.” Estas circunstancias se juntaron en una causa común, la definitiva, la que acabó con los objetivos de Inma de Santis, a los treinta años de edad; muchos planes que en verdad sólo eran uno, el único proyecto, el de la felicidad.

En los días posteriores a la caída del muro, fue cuando Inma preparó este viaje, mientras ultimaba el programa que dirigía en TVE y recibía ofertas de las nuevas cadenas de televisión que entonces iniciaban su andadura; todo ello pintado con los colores primaverales de en un nuevo paisaje sentimental. Inma estaba cerrando en aquel tiempo un círculo de su vida, un círculo para abordar otro mayor, porque así es la geometría de nuestra existencia, semejante a los anillos concéntricos que forman la consistencia de los árboles. El viaje a África era el último punto del círculo anterior, el siguiente no lo pudo dibujar.

Ha caído la tarde en Berlín, es de noche y llueve. En la Puerta de Brademburgo las fichas del dominó se derrumban con un primer impulso de Lech Walesa, de esta manera se cierra el círculo histórico en el que se ha asentado la libertad formal y se ha perdido el ideal de una sociedad sin clases. Ahora que de casi todo hace veinte años, como decía Gil de Biedma, rememoro aquí a “la niña del muro”. Veinte años son muchos años, veinte años nos alejan del pasado, veinte años suponen las dos terceras partes de la vida de Inma de Santis. Pero el tiempo también se mide en profundidad, en la hondura que abren los sentimientos, por eso, veinte años después, Inma está tan cerca.

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Roberto Hoya es autor del libro titulado: Inma de Santis. El perfil del viento





Torre de Madrid y El niño y el muro (1965)

17 comentarios:

  1. Magnifico artículo, me confirma muchas cosas que yo prensentía, por decirlo así, Inma no era Nadiuska y nunca hubiera permitido ni permitió que por tal la tomara nadie. Demasiado buena para su tiempo y su país.
    Gracias por el articulo
    Un abrazo

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  2. Gracias a Roberto Hoya. Un abrazo, Joaquinitopez.

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  3. De la época del "destape" hay mucho que destapar. Hubo muchas actrices famosas que se sometieron a las imposiciones machistas de la industria del cine.

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  4. Muy bonito homenaje a Inma de Santis. Tengo el recorte de TELE INDISCRETA de cuando murió y me dio mucha pena. Yo tenía 11 años y me impresionó su muerte porque la seguía en FIN DE SEMANA y alguna vez la vi en su programa de la 2. Y en el guiñol que hicieron en LA BOLA DE CRISTAL. Todos los teleadictos nos acordamos mucho de ella.

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  5. Miguel, ese guiñol de Inma de Santis en La Bola de Cristal lo puedes encontrar en YouTube. Lo he subido yo.

    Gracias y un saludo.

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  6. Miércoles 8 de Diciembre de 2010 dia de Sta. Inmaculada: "Inma, allá donde estés, te mando desde éste Templo de tu admiración el mas cariñoso de los recuerdos".

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  7. Lo he leído ya unas cuantas veces, y he de confesar que es duro. Muy duro. Está muy bien escrito, e incluso puede valer como una sucinta biografía. Pero es jodido -disculpad la expresión- de leer, sobre todo ciertos pasajes.

    Saber que se trataba de una mujer excepcional, tremendamente guapa, dulce, talentosa... no constituye ninguna novedad . Pero, al menos para mi, sí lo es conocer lo tremendamente injusta que ha sido la vida -o el destino- con ella. Da la sensación que le ha estado poniendo permanentemente zancadillas, cada vez más insalvables, que ella iba sorteando, hasta que le colocó una infranqueable...

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  8. Leído y releído varias veces, cada vez que repaso este artículo me doy cuenta de lo injusta que fue la vida con Inma de Santis antes y después de su marcha. Sobre todo después, porque apenas ha quedado de ella el recuerdo de unos cuantos que seguimos añorándola a pesar del paso de los años.

    Gracias al editor de este blog por permitirnos viajar al pasado y recuperar a Inma, y gracias al autor del texto, porque es un artículo impagable. Ojalá alguien que la hubiese conocido tanto escribiese algo así para llenar su página en la Wikipedia.

    De otro lado, me gustaría preguntar por el libro que se cita al final del artículo y del que se habla en algún otro post: ¿finalmente fue editado?. Y si es así, ¿es posible adquirirlo en algún sitio específico?.

    Un saludo y reitero de nuevo mi agradecimiento. El blog ya está entre mis favoritos. Pasaré por aquí a menudo.

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    1. Gracias Javier. Estoy de acuerdo en que, en comparación con otros actores de la misma época y una celebridad similar, Inma está un poquito en el olvido. No obstante, los fans intentamos corregir esa situación en la medida de nuestras modestas posibilidades.

      No, el libro de Roberto Hoya no ha sido publicado —de momento— por falta de de acuerdo con las editoriales.

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  9. No la recuerdo muy bien, y eso que soy del 70. Haciendo memoria y tras ver algunos de sus vídeos de "Fin de Semana" hay dos cosas que me llaman mucho la atención. Primero, su indudable belleza y simpatía pero también la forma que tenia de describir los programas y películas. Es curioso, pero me entran muchas ganas de ver esas películas aunque no sean técnicamente de mi agrado. Pero Inma te lo comenta de esa forma sugerente que hace que te emociones y despierta tu interés. Ciertamente curioso, ya que hace muuuuucho tiempo que se perdió esta forma de hacer televisión. DEP Inma.

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  10. Saludos para todos:

    Me gustaría disponer del permiso para publicar en mi página esta fotografía:

    https://plus.google.com/photos/104396141522035338206/albums/5164302245431202753/5265203707264024658?banner=pwa&pid=5265203707264024658&oid=104396141522035338206

    Actualmente, tengo publicado un vídeo de YouTube, pero no deseo que la persona que visite mi página tenga necesariamente que identificar a Inma, pues la razón por la que la incluyo en mi web es bastante personal. El problema es que no sé a quién debo solicitar el permiso. ¿Podría ayudarme el autor de este blog?

    Gracias y un saludo.
    luis@dosautores.com

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    1. Luis de la Fuente, faltaría más, procede con la publicación.

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    2. Muchas gracias. Acabo de publicar la fotografía en mi memorial:

      http://www.dosautores.com/in-memoriam.php

      Saludos cordiales:

      Luis de la Fuente
      luis@dosautores.com

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